“Aquí se pagan los pecados”

“Aquí se pagan los pecados”
Durante décadas nos han enseñado a vivir en guerra con nuestro cuerpo. Esa guerra se manifiesta de mil formas, en dieta tras dieta, espejos enemigos, controles constantes, comparaciones sin fin. Y cuando todo eso no basta, aparece el ejercicio como castigo.

Cuando el ejercicio se vuelve castigo y nos aplauden por eso

Hace poco vi una publicación que me dejó pensando. Era una foto simple, un par de mancuernas, unas zapatillas, y la frase “Aquí se pagan los pecados”. Cientos de personas reaccionaron de forma positiva, celebrando la idea. “¡Motivación pura!”, decían algunos. “¡Así se hace!”, comentaban otros. Y me quedé con esa sensación incómoda, que ya se me ha vuelto familiar ¿Por qué seguimos aplaudiendo que el ejercicio sea visto como una forma de castigo?

¿Por qué se nos sigue vendiendo la idea de que el cuerpo tiene que sufrir para merecer, para redimirse, para valer?

El ejercicio como penitencia: cuando movernos se convierte en culpa

Durante décadas nos han enseñado a vivir en guerra con nuestro cuerpo. Esa guerra se manifiesta de mil formas, en dieta tras dieta, espejos enemigos, controles constantes, comparaciones sin fin. Y cuando todo eso no basta, aparece el ejercicio como castigo.

¿Comiste algo “que no debías”? A correr. ¿Te salteaste el gym? A levantar el doble. El mensaje es claro, algo hiciste mal y el ejercicio es tu penitencia. Como si el cuerpo necesitara expiar culpas. Como si el gimnasio fuera el templo donde vamos a redimirnos por los “excesos” de haber vivido.

Este discurso está tan normalizado que ni siquiera lo notamos. Frases como “quemar lo que comiste”, “compensar el finde”, o “a pagar los excesos” circulan como si fueran verdades incuestionables, casi científicas. Pero no lo son. Son parte de una cultura que moraliza la comida, vigila y controla el cuerpo, y además romantiza el sacrificio.

Y sí, duele, pero también gusta. Porque lo conocemos, porque nos lo aprendimos de memoria.
Nos educaron para vivir en culpa. Y la culpa actúa como un mecanismo de autovigilancia, ya ni siquiera hace falta que alguien nos diga qué está bien o mal, nosotras solas nos castigamos por supuestamente no ser “suficientes”.

Nos enseñaron que sentir placer, descanso, hambre, deseo o incluso orgullo por nuestros cuerpos está mal, es incorrecto. Nos entrenaron para desconfiar de nuestros cuerpos y pensar que necesitan ser corregidos, domesticados, controlados. Y claro, cuando alguien dice que en el gimnasio “se pagan los pecados”, no está hablando de salud, ni de calidad de vida, ni de bienestar. Está reafirmando una narrativa que castiga lo corporal, que iguala el movimiento con penitencia y que asume que, por defecto, tenemos una deuda que saldar con nosotras mismas.

¿Y por qué se celebra?

Ese discurso gusta, porque suena familiar, porque esta normalizado y por eso es aceptado. Y porque, aunque duela admitirlo, muchas personas no conocen otra forma de vincularse con el ejercicio que no sea desde la autoexigencia o el castigo. Y si además reciben likes, validación, reconocimiento social, mejor. El castigo deja de ser algo que ocultamos para convertirse en una medalla de honor.

La idea de que el ejercicio es “lo que hacemos cuando nos portamos mal” nos aleja de todo lo que el movimiento puede ser, una forma de conectar con nosotras mismas, de habitar el cuerpo, de sentirlo, de expresarnos, de cuidarnos. Nos arrebata la posibilidad de que movernos sea también descanso, juego, goce o placer. Porque sí, es posible disfrutar el movimiento sin culpa. Es posible dejar de ver al cuerpo como un enemigo. Y es posible elegir moverse no para corregirse, sino para sostenerse, para sentirse, para reencontrarse.

Y sí, cuesta desaprender.

No se trata de culparse por haber creído esos discursos. Al contrario, se trata de mirar con otros ojos. Porque todo esto que nos pasa no se desarma de un día para otro. Está en nuestra historia, en nuestras familias, en nuestras amigas, en los medios, en la cultura. Desaprender lleva tiempo, requiere de paciencia. Y, sobre todo, mucha empatía y compasión.

Por eso, si hacer ejercicio desde esos mandatos te incomoda, si algo en ti se resiste, si te sientes cansada o culpable, no estás exagerando. Esa incomodidad te está diciendo algo. Es tu cuerpo avisando que no quiere más violencia disimulada de “disciplina”.

¿Y qué podemos hacer?

Podemos empezar por mirar con otros ojos esos mensajes “motivacionales” que en realidad refuerzan el castigo y la culpa. Podemos darle lugar a otras narrativas, que nos inviten a movernos desde el deseo, la conexión, la curiosidad o el cuidado. Podemos buscar apoyo. Porque los cambios profundos no se logran en soledad. Hacer este camino acompañadas, con otras mujeres, con profesionales que compartan esta mirada, con espacios que sostengan es parte crucial para ir cambiando las narrativas.

Cuestionar estos mensajes no es solo un acto de rebeldía. Es un acto de cuidado. De cuidado personal, sí, pero también colectivo. Porque mientras más de nosotras elijamos salir de esta lógica o mejor dicho ilógica del “castigo”, más espacio habrá para que otras también se bajen de esa rueda.

Y porque, al final del día, no tenemos ningún pecado que pagar. Solo mucho por sentir.

Bibliografía

Bordo S. Unbearable Weight: Feminism, Western culture, and the Body. Berkeley, Calif. Univ. Of California Press; 2003.

Foucault M. Vigilar y Castigar: Nacimiento de la prisión. Siglo XXI; 2009.

Pasquinelli L. La estafa de la feminidad. Planeta Argentina; 2024.

Butler, J. El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona Paidós; 2007.

Tiggemann M, Zaccardo M. “Exercise to be fit, not skinny”: The effect of fitspiration imagery on women’s body image. Body Image. 2015;15:61–7. http://dx.doi.org/10.1016/j.bodyim.2015.06.003

Tylka TL, Homan KJ. Exercise motives and positive body image in physically active college women and men: Exploring an expanded acceptance model of intuitive eating. Body Image. 2015;15:90–7. http://dx.doi.org/10.1016/j.bodyim.2015.07.003

Dalle Grave R, Calugi S, Marchesini G. Compulsive exercise to control shape or weight in eating disorders: prevalence, associated features, and treatment outcome. Compr Psychiatry. 2008;49(4):346–52. http://dx.doi.org/10.1016/j.comppsych.2007.12.007

Sojo Mora BL. DISCIPLINAMIENTO DEL CUERPO DE LAS MUJERES. Rev Cienc Soc. 2019;(164):181–94.http://dx.doi.org/10.15517/rcs.v0i164.38524

Escoto C, Bosques LE, Ibarra JE, Lugo CSJ. Interiorización de ideales estéticos y preocupación corporal en hombres y mujeres usuarios de gimnasio. Nemorio Barrientos Martínez. Revista Mexicana de Trastornos Alimentarios/Revista Mexicana de Trastornos de la Alimentación. 2014;5:29–38.

Kjelsås E, Augestad LB, Götestam KG. La dependencia del ejercicio físico en la mujer físicamente activa. Eur J Psiquiatría. 2003;17(3). http://dx.doi.org/10.4321/s1579-699x2003000300002