Lanzando Barreras: Cómo la Socialización de Género Influye en Nuestras Habilidades Motoras y Más Allá
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Lanzando Barreras: Cómo la Socialización de Género Influye en Nuestras Habilidades Motoras y Más Allá
Desde niñas, a muchas de nosotras nos enseñaron que el mundo físico, el deporte y el movimiento son terrenos donde los niños deben brillar, mientras nosotras aprendemos a movernos con "gracia", pero no necesariamente con poder. A lo largo de la vida, esta narrativa se refuerza en la familia, la escuela y la sociedad en general, impactando tanto en la forma en que nos vemos como en la manera en que usamos nuestros cuerpos.

Desde niñas, a muchas de nosotras nos enseñaron que el mundo físico, el deporte y el movimiento son terrenos donde los niños deben brillar, mientras nosotras aprendemos a movernos con "gracia", pero no necesariamente con poder. A lo largo de la vida, esta narrativa se refuerza en la familia, la escuela y la sociedad en general, impactando tanto en la forma en que nos vemos como en la manera en que usamos nuestros cuerpos. Un área aparentemente insignificante, como el lanzamiento por encima del hombro, puede revelar mucho sobre los efectos de la socialización de género y cómo ésta influye en nuestro desarrollo físico, emocional y social.

¿Por qué hablar de lanzar?

El lanzamiento por encima del hombro, una habilidad motora compleja que combina fuerza, coordinación y precisión, es mucho más que un gesto deportivo. En este movimiento, se revelan las expectativas sociales, las oportunidades (o la falta de ellas), y las creencias sobre qué tan "atléticas" podemos ser las mujeres. A través de este simple acto, se pueden observar diferencias profundas entre géneros que, lejos de estar solo relacionadas con las capacidades biológicas, tienen mucho que ver con la socialización.

El estudio analizado (referencia al pie de página), investiga las diferencias de género en el lanzamiento, y nos muestra algo sorprendente: no existen diferencias significativas en el rendimiento cuantitativo entre niños y niñas. En otras palabras, cuando se trata de precisión al lanzar, las niñas pueden ser tan buenas como los niños. Sin embargo, cuando observamos el rendimiento cualitativo, es decir, cómo se ejecuta el movimiento, las niñas tienden a quedarse atrás. Pero ¿por qué? Aquí es donde entra en juego la socialización de género.

La trampa de la socialización: Nos dicen que no somos buenas lanzando (y terminamos creyéndolo)

Desde muy temprano, la sociedad nos enseña que algunas actividades físicas son "masculinas", mientras que otras, generalmente las más suaves y delicadas, se ven como "femeninas". No es coincidencia que los niños tengan más oportunidades para lanzar pelotas, correr y competir físicamente, mientras que a muchas niñas se nos inculca la idea de que debemos ser cuidadosas, elegantes y evitar "hacer cosas de niños".

Este condicionamiento influye directamente en cómo nos movemos. El estudio revela que las niñas a menudo no desarrollan una rotación del tronco adecuada al lanzar, lo que limita su potencia. Mientras los niños, apoyados por una sociedad que celebra su desarrollo físico, progresan en la calidad del movimiento durante la pubertad, las niñas tienden a estancarse en ciertos patrones. No se trata solo de que nuestros cuerpos no puedan; se trata de que no hemos sido entrenadas ni motivadas para hacerlo.

La socialización de género no solo afecta cómo lanzamos una pelota. Nos enseña a subestimarnos en muchos aspectos físicos y, por ende, emocionales y mentales. Nos acostumbramos a creer que no somos suficientemente buenas en ciertas áreas, lo que puede tener un impacto duradero en nuestra confianza, nuestra relación con el deporte y, más profundamente, con nuestros cuerpos.

El estancamiento en la pubertad: Cuando el cuerpo cambia y el apoyo desaparece

Durante la pubertad, los cuerpos cambian y, con ellos, nuestras habilidades motoras. Sin embargo, la forma en que estos cambios afectan a niños y niñas es muy diferente. Mientras los niños experimentan una mayor progresión física, las niñas tienden a enfrentar un estancamiento. ¿Por qué sucede esto? En parte, la pubertad femenina suele venir acompañada de un aumento en las presiones sociales para encajar en un molde de "feminidad" que rara vez valora la fuerza física. Se nos anima a centrarnos en nuestra apariencia (el peso), a controlar nuestros cuerpos más que a potenciarlos.

En lugar de ver el deporte como una oportunidad para seguir desarrollándonos, muchas de nosotras empezamos a vernos como "no deportistas" porque ya no encajamos en el ideal de la chica delgada, ágil y "femenina". Este es otro resultado directo de la socialización de género: el temor al juicio externo nos aleja de actividades físicas que podrían empoderarnos, y nos empuja hacia un enfoque más superficial de nuestro cuerpo.

La belleza y el rendimiento: Dos caras de la misma moneda

La cultura nos empuja a valorarnos más por nuestra apariencia que por nuestras habilidades. Este énfasis en la belleza por encima de la funcionalidad crea una relación distorsionada con nuestro cuerpo. Nos lleva a creer que lanzar bien o saltar alto no es "importante" o "femenino". Y así, las niñas no solo estancan su progreso en habilidades motoras como el lanzamiento, sino que también pierden la oportunidad de experimentar el poder y la confianza que se deriva del desarrollo físico.

La industria del fitness, que perpetúa mitos sobre la "perfección" corporal, refuerza este mensaje. Nos vende ejercicios para moldear un cuerpo atractivo, no para sentirnos fuertes o capaces. En lugar de celebrar el rendimiento físico, se nos enseña a ver nuestro cuerpo como un objeto a mejorar estéticamente.

La importancia de desafiar estas narrativas

Las diferencias en la calidad del lanzamiento no son producto de una inferioridad física innata, sino de la forma en que hemos sido socializadas. Si desde pequeñas fuéramos alentadas a explorar nuestras capacidades físicas sin las limitaciones de los estereotipos de género, podríamos descubrir que somos tan capaces como los niños, no solo en la precisión al lanzar, sino en todas las áreas de nuestra vida.

La solución no es solo que las niñas lancen mejor, sino que todas nosotras, aprendamos a reclamar nuestra capacidad física como parte integral de quienes somos. Esto implica cambiar cómo vemos el deporte y el movimiento: no como una cuestión de rendimiento cuantitativo o éxito superficial, sino como una forma de conectarnos con nuestros cuerpos, entenderlos y celebrarlos por lo que pueden hacer.

Reflexionemos juntas: ¿Qué tan lejos hemos lanzado nuestras propias expectativas?

No se trata solo de lanzar una pelota o de ser la más fuerte. Se trata de reconocer que merecemos ocupar todos los espacios, incluyendo aquellos que la sociedad nos ha negado. La próxima vez que dudes de tu capacidad física, recuerda que no es tu cuerpo el que te limita, sino las ideas que la sociedad ha impuesto sobre lo que significa ser mujer.

Gromeier M, Koester D and Schack T (2017) Gender Differences in Motor Skills of the Overarm Throw. Front. Psychol. 8:212. doi: 10.3389/fpsyg.2017.00212

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